LA METÁFORA DE LA CONSCIENCIA COMO ESPEJO
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Siendo el
sentido de la vista ciego para sí mismo, ningún ser humano puede visualizar
directamente, con sus propios ojos, quien es; a menos que emplee un espejo en
el que poder ver reflejado su cuerpo, y especialmente su rostro que lo
identifica como individuo singular. Naturalmente, puede tener una
imagen diferida por medio de la información -casi siempre envuelta en
opiniones- que las demás personas le hagan llegar: algo puramente subjetivo y
dependiente de los juicios y pre-juicios que los demás sostienen sobre el personaje
que todos somos. ¿Cuál sería entonces nuestra realidad -en este caso
física- si no pudiésemos comprobarla in
situ, por nosotros mismos, a través de nuestra mirada en el espejo?
De igual
modo la consciencia de nuestro yo -también ciega para sí misma- parece demandar
un espejo en el que mirarse (somos seres reflexivos; es decir, construidos a
base de reflejos que se van tejiendo con el paso de los años sobre nosotros
mismos); pero dicha potencia y capacidad de ser no podemos ejercerla en tiempo
real. Basta que llevemos a cabo alguna tipo de autoobservación sobre lo que
sentimos y pensamos (algo que se conoce como metacognición) para comprobar que nos contemplamos o reflexionamos
sobre nuestra identidad de manera igualmente diferida: la consciencia es pues
una emergencia a posteriori de la
actividad neuronal de base de nuestro cerebro.
Pero hay
algo más; al menos lo puedo intuir de
manera introspectiva. Igual que físicamente no podemos contemplar nuestro
rostro si no es a través de un espejo, un artilugio exterior a nosotros mismos;
tampoco podríamos observar directamente nuestra psique, mente, alma, o como
queramos llamarla, si no dispusiésemos de un espejo de naturaleza similar a
ella, seguramente por alguna razón que desconocemos exterior a nosotros. Creo
que esa debe ser la Matriz Cuántica -cósmica y no local- a la que hacen
referencia algunos científicos que han intentado hallar una explicación al
complejo enigma de la consciencia.
Pienso que
lo hasta aquí expuesto, aunque solo sea una mera especulación teórica, mantiene
consigo mismo un cierto nivel de coherencia y verosimilitud. Tal vez algún día,
cuando la ciencia haya avanzado en consonancia con nuestra evolución
consciente, podamos hallar una respuesta definitiva al gran misterio de la consciencia.
Hasta entonces tendremos que sobrenadar en un mar de hipótesis o supuestos
filosóficos sin verificación, que mantienen dividido el pensamiento humano (al
parecer, siempre ha sido así) entre materialistas-fisicalistas e idealistas-espitirualistas:
los primeros, pretendiendo descubrir qué es lo que causa la imagen en ese
espejo; los segundos, esforzándose en imaginar lo que hay detrás de él.
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