FINO HILO DE ORO PURO
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El maestro dijo a su discípulo:
El tapiz
del Mundo está hecho con un fino hilo de oro puro, tan delgado que no
alcanzamos a verlo con nuestros limitados ojos. Sin embargo, es tan potente su
reflejo, que aún nos llegan débiles rayos desde su profundidad hasta donde nos
hallamos.
Somos peces,
casi atmosféricos, que nadamos pegados a la capa más fina y ligera de tan
inmenso Mar y apenas recibimos signos y señales de todo cuanto su profundidad
abarca. Parece que estuviésemos muy lejos, pero tal vez sea al contrario, que
sólo una delgadísima capa de espacio y tiempo nos separa de esta inmensidad.
Vivimos a
ras de su superficie porque necesitamos salir del agua para tomar de vez en
cuando bocanadas de oxigeno; de lo contrario moriríamos. Pende nuestra vida de
este delicado equilibrio, que en cualquier caso puede romperse. Somos seres muy
frágiles, con una fina textura de escamas (nuestras emociones) quebradizas y
lábiles cual ligeras hojas al viento. Así somos.
-- Maestro: ¿Por
qué somos como peces?
-- Porque
flotamos, casi sin darnos cuenta, en un gran Mar. ¿Acaso cualquier pez cuando
nada sin apenas notar la materia del agua puede darse cuenta de que está
inmerso en el Mar? Nuestra consciencia dentro del Mundo es lo más parecido a un
pez flotando en el seno del agua. Podemos sentirla, aunque no logremos percibir
mucho más allá. Siempre está presente en nosotros; nunca fuera. Nos movemos
igual que un pez en el agua y no debiéramos anhelar nada más. Vivir en ella es
todo cuanto nos ha sido dado.
-- No,
Maestro. Digo: sí, Maestro.
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